Otra obra maestra de Cassavetes.
En este caso sobre la identidad y el paso del tiempo. ¿Qué es el yo? ¿Qué permanece de nosotros a lo largo de los años? ¿Significa el deterioro del cuerpo la destrucción de la identidad? ¿Es peor, es trágico, en el caso de la mujer1? ¿Es el yo, el ser, una protección necesaria e inconsciente contra el movimiento perpetuo del mundo, contra la maldita inocencia del devenir?
Por su génesis el lenguaje pertenece a la época de la forma más rudimentaria de psicología:
Penetramos en un fetichismo grosero cuando adquirimos consciencia de los presupuestos básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la voluntad es la causa en general; cree en el “yo”, cree que el yo es un ser, que el yo es una sustancia, y proyecta sobre todas las cosas la creencia en la sustancia-yo —así es como crea el concepto “cosa”… El ser es añadido con el pensamiento, es introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del concepto “yo” es del que se sigue, como derivado, el concepto “ser”… Al comienzo está ese grande y funesto error de que la voluntad es algo que produce efectos,—de que la voluntad es una facultad… Hoy sabemos que no es más que una palabra»…F. Nietzsche: Crepúsculo de Ios Ídolos. La razón en la filosofía
En Noche de estreno Geena Rowlands interpreta a una actriz que ha de representar el papel de un mujer derrotada por el tiempo y la vejez, la segunda mujer. En el fondo, significa desnudarse en el escenario. Por eso, para la actriz, las preguntas de arriba no son mera teoría sino que en ellas le va la vida.

Es un combate perdido de antemano. La noche del estreno Cassavetes muestra a Geena Rowlands como un boxeador K.O. que lucha por levantarse de la lona. Las imágenes me traen a la memoria el relato de Jack London A Piece of Steak (Por un bistec).
Cuando parece que han triunfado el miedo al tiempo, al devenir, a la vejez y a la muerte , Geena Rowlands se supera a sí misma a través la risa, la improvisación y el juego. Esa es para mí la risa del superhombre de la que habla Nietzsche en Así habló Zaratustra, la risa de quien da un sí incondicional a la vida. Ese es el «juego del niño que construye castillos de arena junto al mar». Eso es lo dionisiaco, transformar la propia vida en obra de arte.

Una de las frases más afortunadas de Ray Loriga en Tokio ya no nos quiere es la siguiente: «Ella dice que probablemente sólo los hombres abandonan sus cuerpos al morir, mientras que las mujeres permanecen cosidas a los suyos como barcos hundidos en el fondo de un río.»
En Todo sobre mi madre Almodovar homenajea el comienzo de OPENING NIGHT . En la película de Cassavetes el desencadenante de la crisis espiritual de la protagonista es una adolescente que, enamorada del cine y el teatro, espera a la actriz principal al terminar la obra para pedirle un autógrafo. Tal es su devoción que termina atropellada por un coche.

Pedro Almodóvar utilizó al comienzo de Todo sobre mi madre (1999) la premisa inicial de esta obra mayor de John Cassavetes: a la salida de un teatro, una de las más fieles seguidoras de la gran actriz Myrtle Gordon (excepcional Gena Rowlands, premiada en Berlín por su interpretación), que se suma al grupo de decenas de personas agolpadas bajo la lluvia a la caza de autógrafos y fotos, es mortalmente atropellada.
Volviendo a nuestra pelicula, este desgraciado hecho fortuito marca profundamente a la actriz, una mujer que vive intensamente la profesión, que se mete hasta la médula en la psicología de sus personajes, lo cual destapa una crisis personal en la que la vida privada y el presente y el futuro en el oficio se confunden en una encrucijada de difícil salida. El papel que interpreta en la obra que tiene en cartel, el de una mujer que se rebela ante las consecuencias del paso del tiempo, viene a agravar su delicado equilibrio emocional y el estado de sus relaciones con los responsables de la obra y sus compañeros de reparto.
Este sobrevenido caos vital se traslada a su manera de entender la profesión, a su relación con el texto que interpreta y, finalmente, a su actitud, tanto sobre las tablas del teatro donde ensaya y representa su papel en la gira de provincias previa al desembarco en Broadway, como en su propia vida personal.
Debilidades, frustraciones, ambiciones, mentiras y afectos eclosiona aderezado con todo el capítulo de tensiones, dramáticas y profesionales, que arrastra la puesta en marcha de la obra y su rodaje previo al estreno en Nueva York, lo que la película logra al ceder el protagonismo a los actores y a su forma de entender a los personajes y de comportarse sobre la base de sus propias experiencias personales es todo un tributo a la autenticidad.

Una experiencia vital de primer orden que se edifica sobre la depresión y reconstrucción, verdaderamente magistral en el último tramo, del personaje de una Rowlands sobresaliente, verdaderamente impresionante en su trabajo físico, su forma de mover el cuerpo, de articular los gestos y la posición dentro del encuadre. Soberbia.
Igualmente magníficas son las secuencias de la representación propiamente dicha. Cassavetes calibra perfectamente la información transmitida al público sobre la obra en los distintos ensayos y representaciones, de manera que el espectador (de la película, no los distintos públicos de la obra) adquiere el conocimiento sobre el conjunto de la pieza teatral mediante la suma de las distintas escenas fragmentadas. La cámara adopta la posición del público de la sala, excepto en algún inserto en que el lenguaje facial o las miradas de los actores implican un significado especial dentro del argumento de la película, en cuyo caso la mirada de Cassavetes tras la cámara salta directamente, privilegiada, al escenario.

El resto del tiempo, público de la obra y espectador de la película se confunden, juegan al mismo juego, el de comprender y apreciar el trabajo escénico al que asisten. En la noche crucial, este público viene conformado, además, por algunos célebres nombres, colaboradores en otros títulos de Cassavetes o buenos amigos de la pareja (entre los rostros que asoman brevemente en pantalla, Peter Falk, Seymour Cassel o Peter Bogdanovich).
Cassavetes configura así una alegoría sobre el teatro de la vida y el desdoblamiento del artista, que habla de nuestra necesidad de ficciones pero también del autoengaño como terapia, de la asunción del paso del tiempo y de, en el fondo, aquello que manifestaba Charles Chaplin:
La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… Por eso, canta, ríe, baila, llora. y vive intensamente cada momento de tu vida… …antes que el telón baje. y la obra termine sin aplausos.
Ficha técnica
– Título: Opening night (Noche de estreno)2
– Director: John Cassavetes
– Productor: Al Ruban
– Guión: John Cassavetes
– Intérpretes: Gena Rowlands, Ben Gazzara, Joan Blondell, Paul Stewart, Zohra Lampert, John Cassavetes
– Música: Bo Harwood
– Distribuidora: Faces Distribution
– Fecha de estreno: 1977
– Duración: 144 minutos
– País: Estados Unidos
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